martes, 1 de noviembre de 2011

SUSTOS DE LA TARDE

EL ANILLO DE BODA
LEYENDA ALEMANA
En las montañas altas y frías de Alemania, que en época de invierno se cubrían de un hermoso blanco; en aquellas montañas vivía Adela era una mujer casada. Todo sucedió cuando su esposo fue por leña para poder calentarse del frió y al llegar a casa se llevó la gran sorpresa de que su mujer había muerto, el no entendía porque su mujer nunca se quejó de algún dolor. A este hombre hecho pedazos le dio muy duro y antes de tomar la decisión de enterrarla, solo se preguntaba la única opción es enterrarla.
Así que la enterró en el cementerio del pueblo la misa fue ofrecida por el padre que los caso, todo su alrededor estaba lleno de rosas rojas que siempre habían sido las favoritas de Adela. Justo antes de que fueran a cerrar el ataúd el hombre le quito el anillo de bodas por recuerdo a ella y recordar los momentos que pasaron juntos y luego se fue a casa, lo guardo en una caja de terciopelo negra y se fue a dormir.
Esa noche el hombre sintió un dolor muy grande en su corazón que le hizo recordar a su amada, entonces de repente vio una mujer grande, hermosa, de cabello muy bonito y que de repente se acercaba a él pues ella estaba en el patio de la casa y como las ventanas estaban abiertas el veía como se acercaba, cuando de repente escuchaba los pasos en la casa, él estaba muy asustado. Así pasaron tres días, pero ya en el tercer día escucho que su esposa le decía ¿Dónde está mi anillo?, entonces el hombre al siguiente día fue y puso en anillo de nuevo en sus manos y desde ese entonces la mujer no lo volvió a molestar, ella solo quería lucirlo en el mas allá… y poder descansar en paz.



HISTORIAS PARA POR LA TARDE



JUAN SIN MIEDO
LEYENDA ITALIANA
Érase una vez un matrimonio de leñadores que tenía dos hijos. Pedro, el mayor, era un chico muy miedoso. Cualquier ruido le sobresaltaba y las noches eran para él terroríficas. Juan, el pequeño, era todo lo contrario. No tenía miedo de nada. Por esa razón, la gente lo llamaba Juan sin miedo. Un día, Juan decidió salir de su casa en busca de aventuras. De nada sirvió que sus padres intentaron convencerlo de que no lo hiciera. El quería conocer el miedo. Saber que se sentía.Juan llegó al castillo. Llevaba años deshabitado. Había polvo y telarañas por todas partes. Como tenía frío, encendió una hoguera. Con el calor se quedó dormido.
Al rato, unos ruidos de cadenas lo despertaron. Al abrir los ojos, el muchacho vio ante él un fantasma.
Juan, muy enfadado por qué lo hubieran despertado, cogió un palo ardiendo y se lo tiró al fantasma.
Este, con su sábana en llamas, huyó de allí y el muchacho siguió durmiendo tan tranquilo.
Por la mañana, siguió recorriendo el castillo. Encontró una habitación con una cama y decidió pasar allí su segunda noche. Al poco rato de haberse acostado, o yo lo que parecían maullidos de gatos. Y ante él aparecieron tres grandes tigres que lo miraban con ojos amenazadores.
Juan cogió la barra de hierro y empezó a repartir golpes. Con cada golpe, los tigres se iban haciendo más pequeños. Tanto redujeron su tamaño que, al final, quedaron convertidos en unos juguetones que a gatitos a los que Juan estuvo acariciando.
Llegó la tercera noche y Juan se echó a dormir. Al cabo de unos minutos escuchó unos impresionantes rugidos. Un enorme león estaba a punto de atacarlo. El muchacho cogió la barra de hierro y empezó a golpear al pobre animal, quien empezó a decir con voz suplicante: ¡Basta! ¡basta! ¡no me es más! ¡eres un bruto! ¿no te das cuenta de que me vas a matar?
A la mañana siguiente, Juan sin miedo apareció el palacio real. El rey, que no daba crédito a sus ojos, le concedió la mano de su hija y, a los pocos días se celebraron las bodas.
Juan estaba encantado con su esposa y se sentía muy feliz.
La princesa también lo estaba. Pero decidió que haría conocer el miedo a su marido.
Una noche, mientras Juan dormía, ella cogió una jarra de agua fría y se la derramó encima.
El pobre Juan creyó morir del susto. Temblaba de terror. Sus pelos estaban rizados y ¡conoció el miedo, por fin!Juan una vez recuperado, agradeció su esposa haberle hecho sentir miedo, algo que todo el mundo conoce.